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Manuel Rivas Soto


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Manuel Rivas Soto

Manuel Rivas Soto
Operador del Centro de Transporte de Vitoria

Si existe una obra que tiene un lugar especial en el corazón de Manuel Rivas esa es Integridad. Una escultura que debe su nombre a uno de los valores que mejor definen a Enagás y con la que quiere agradecer su trayectoria y experiencia adquirida a lo largo de 32 años.

Manuel, operador del centro de Transporte de Vitoria, próximamente se desvinculará de Enagás tras más de tres décadas de trabajo. Para rendir homenaje a esta etapa ha concebido una escultura, que a algunos puede recordar a una cabeza que mira hacia adelante y con la que quiere plasmar que Enagás siempre mira hacia el futuro, ya sea implementando mejoras sociales para sus empleados o nuevas políticas medioambientales. A partir de ahora, Integridad no sólo ocupará un lugar especial en la obra de Manuel, sino un espacio importante en la sede de la compañía. “Para mí es muy gratificante”, explica.

Durante esta etapa, Manuel, ingeniero técnico industrial de profesión y autodidacta en Bellas Artes, ha compaginado sus responsabilidades en el Centro de Victoria junto a su pasión: la escultura. Una afición que descubrió cuando era un joven de unos 18 años de la mano de su tío, un artesano cantero que participó en las obras de la Catedral Nueva de Vitoria. Hasta entonces había sido un aficionado a la lucha grecorromana, con la que incluso llegó a competir en los años 70. Sus primeros pasos como escultor se plasmaron “haciendo tallas en piedra caliza y arenisca, principalmente escudos heráldicos”. Y de esos inicios es la Paloma de la Paz, una escultura ubicada en Nanclares de Oca (Álava) y que había sido punto reunión de manifestaciones convocadas por Gesto por la Paz.

Como todo artista, Manuel ha ido evolucionando a lo largo de los años, en su caso hacia creaciones más abstractas, y trabajando con los más diversos materiales. Desde las piedras calizas por su forma de captar la luz, a las areniscas, pasando por los granitos, el mármol y el acero inoxidable, todos han sido objeto de experimentación. Ahora, se decanta más el uso de acero reciclado y por obras de tamaño más pequeño. Afirma sentir admiración por el gran maestro Oteiza, “no sólo cómo escultor, sino también por su vertiente como filósofo y escritor” y también por Eduardo Chillida. “He visitado algunos de los principales museos y creo que, al final, lo que más te influye es lo más cercano”, indica. Y si tiene que elegir el artista más influyente de todos los tiempos cita, sin dudar, a Miguel Ángel.

Manuel deja la puerta abierta a exponer sus obras y recuerda satisfecho que algunas de sus creaciones ya se encuentran ubicadas en espacios públicos de las localidades de Nanclares de Oca, Trespuentes (Álava) y en Vitoria. En su nueva etapa, Manuel seguirá experimentando y creando. No le faltará inspiración.

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